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domingo, 22 de abril de 2012

Total...

"Regular, singular, sin reír, sin hablar. Con la mano rosa, con la dolorosa, con el pié celeste, con el transparente. De puntillas, de talones, los aviones, que tiran bombas, por los refugios. Mi media jarra, mi jarra entera. Para atrás y para 'lante, los estudiantes, la caracolera, sentá en Antequera. Yo me enamoré, de esta pescadera."



Siempre me he postulado en el punto, en términos genéricos, de que el arte, o más bien el artista, es aquel que tiene un mensaje que transmitir y un medio por el que hacerlo, con todas los matices, los detalles y las puntualizaciones que esto conlleva. Sin embargo, me trauma el leer de periodistas, autoproclamados sacerdotes de la cultura, o artistas, autoproclamados también, la importancia que se le da, por ejemplo a un premio Nobel. Siempre he dicho que este tipo de premios es una estocada a la trascendentalidad de lo que se premia. Con esa necesidad de extender una alfombra roja y oscarizar cualquier disciplina por -importante- que sea. Y ahora hablando sin condescendencia ni política, ni humana, ni de ningún tipo, cuando le dieron uno de estos premios a un político [recién salido del cascarón, recién elegido, recién santificado], se abrió el ataúd y se metió dentro cualquier importancia que tuviesen este tipo de cosas. Con aquella frase de "La guerra es necesaria para la Paz." Murió. Catapún, Se acabó. Esto ya se lo daban a cualquiera.

Llevo unos días que entre sombreado y sombreado en Autocad me indigno aún más cuando leo algunas cosas. Y no voy a inquirir en ninguna de esas lecturas tendenciosas y subjetivas, y tan válidas como la mía, aunque más eclesiásticas. Sino que voy a hablar de quién lo dice, pues es mucho más ilustrador, creo, que abrir debates contra premios Pritzker's, Nobeles y demás ultraestrella galáctica, que jamás, obviamente, serán respondidos. La cuestión es que estos antiguos y no tan antiguos, come libros, me cito, disculpen, sabiendo de su superioridad biológica e intelectual creen que sus discursillos de pedantes, engreídos, galantes, amor cortés y pañuelo ascot, le dan autoridad, porque desde sus tiempos de juventud llevan desempeñando una cruzada por el bien, por la cultura -ya mas que agradecida y engrandecida por todos [nosotros]- de convertirse a los jóvenes de hoy en lo que sus abuelos y padres fueron a ellos y contra los que combatieron en la tierra santa del culto al arte.

Son zombies, respetados, como otras tantas criaturas malignas que tenían y tienen hasta título aristocrático, y otras que dicen luchan en pos de derechos y bienestar [de su nueva clase], brujas de cuento y manzanas envenenadas. Están todos ellos en el gran salón de baile de estilo Luís XVI de las mentiras, con tronos de mármol Travertino esmeralda y pan de oro. Escuchan y leen a todos los grandes del siglo XVIII y XIX y encima piensa que sus opiniones forjadas sobre la cuna ideológica de los problemas políticos de la Rusia Imperial, que se resumieran en los problemas de alcoba de los Zares, por darle interés al tema, por no hablar también de esos galardones culturetas de intelectuales que se cuelgan en la solapa de su americana a cuadros, les da autoridad ya no sólo intelectual, sino también moral, para juzgar hasta a la raza a la que pertenecen, la que ellos han tenido el deber de educar, por regeneración generacional, y que no han sabido educar [y no están sabiendo educar] y de la que ahora reniegan. Porque desde la facilidad de la verborrea de atril lanzan juicios sobre las juventudes a las que nos afanamos en denigrar, que no me mal interpreten, ya se denigran solas, y dejar como a los judíos padeciendo esclavitud en el Egipto contemporáneo post-civilizado que regentan, y luego venir con promesas de tierras de salvación, reformas, cambio y libertades, que no son más que la libertad del desierto. El infinito amarillo. Y las ventiscas de corruptela y mercados. Piensan que enunciando los problemas, dejan de serlo, pues son los secretos, y más aún los secretos que no se cuentan, los verdaderos problemas... [Y aquello que no cambiarán. No existe la nueva tierra del Jordán. Es un secreto a voces.]

Son zombies, volviendo al asunto y dejando el contexto que es precisamente lo que los deja a ellos fuera de la cruzada de la cultura, la libertad y el arte, precisamente por casposos y viejos porque como he dicho al principio el artista tiene un mensaje y un medio y no necesita de receptores. El intelectual sí. Los intelectuales que ahora son los padres de la nueva intelectualidad, necesitan como opio a sus receptores, se ven mediocres cuando son los corruptos y los políticos los únicos que les quedan y por lo tanto los únicos groupies de su mensaje. Lejos de ser honestos con el... digamos, contexto, arremeten contra los que deberían ser su -público-, porque su perfección intelectual y moral les da crédito para criticar lo incriticable. A esos receptores los han perdido porque su medio está obsoleto y son incapaces de reconocer las posibilidades fáticas del fuego de LED's y manzanas que ofrece el nuevo tiempo. No nos engañemos, el libro digital no va a salvar a un antiguo arte que no es más que un mercado. Se defienden en contra de ese último estertor artístico intelectual que se han negado a dar y por eso son zombies en busca de cerebros que contaminar con su discurso conservador-revolucionario [poco más puedo decir], que niega el futuro, no de la cultura del esperpento, sino de la posibilidad de la cultura democrática y universal y añora la edad de oro de la civilización occidental renegada y violada. Y termino con la última frase antes de cerrar el mensaje de "error fatal" de Autocad y volver a mis deberes: El hombre muere senil y envejecido... [En fuerza y opiniones.]